Huertos y jardines podrí­an ayudar…

Un nuevo estudio revela que los huertos en los hogares o residencias de atención y cuidado de personas podrí­an proporcionar beneficios terapéuticos prometedores para los pacientes que sufren demencia.

La investigación, publicada en ‘Journal of the American Medical Directors Association’, revisó las conclusiones de 17 trabajos que hallaron que los espacios al aire libre pueden ofrecer ambientes que promueven la relajación, fomentar la actividad y reducir la agitación de los residentes. Realizado por un equipo de la Escuela de Medicina Universidad de la Exeter, en Reino Unido, con el apoyo del ‘National Institute for Health Research Collaboration for Applied Health Research and Care South West Peninsula’ (NIHR PenCLAHRC), la revisión vio que los jardines podrí­an ofrecer espacios de bienvenida a la interacción con los visitantes, ayudando a estimular los recuerdos de los pacientes con demencia mientras que proporciona bienestar para las familias y el personal.

La demencia es una prioridad de salud pública a nivel mundial, con informes que indican la identificación de 7,7 millones de nuevos casos cada año. Casi la mitad de las personas mayores que viven en residencias tienen demencia o sí­ntomas, una cifra que aumenta a más de las tres cuartas partes de los hogares de ancianos. “Hay un interés creciente en mejorar los sí­ntomas de la demencia sin el uso de fármacos. Pensamos que los jardines podrí­an beneficiar a los pacientes de demencia, proporcionándoles estimulación sensorial y un ambiente que desencadena recuerdos. No sólo presentan la oportunidad de relajarse en un ambiente de calma, sino que también recuerdan habilidades y hábitos de los que han disfrutado en el pasado”, argumenta la principal investigadora del estudio, Rebecca Whear.

Por último, el trabajo es el primer intento de reunir los resultados de una serie de estudios y también pone de relieve varios factores que deben ser superados si los jardines son empleados en el futuro para cuidado de los pacientes con demencia. Estos incluyen entender los posibles peligros que un jardí­n puede representar para los que viven en estas residencias y que el personal debe disponer de tiempo para permitir que los residentes disfruten de un espacio al aire libre en todo su potencial. No obstante, Ruth Garside, experta en sí­ntesis de la evidencia y otra autora del estudio, reconoce que todaví­a no se sabe mucho acerca de cómo el diseño de un jardí­n y el entorno influyen en la capacidad de afectar al bienestar. “Sin embargo, está claro que estos espacios deben ofrecer una amplia gama de formas de interactuar”, concluye.