La familia es el primer elemento socializador por excelencia y el entorno natural en el que los miembros que la forman evolucionan y se desarrollan a nivel afectivo, físico, intelectual y social. Por norma general, la familia con integrantes con discapacidad tiene que hacer frente a situaciones no habituales en los ámbitos personal, social, laboral, de salud y económico. La discapacidad supone cambiar los hábitos, demandar nuevos recursos y apoyos, es decir, la vida familiar da un giro importante: la economía doméstica, el trabajo, el ocio, las relaciones de amistad, los proyectos futuros, etc… se alteran para reorganizarse y adaptarse a la nueva situación.
La familia ocupa un papel muy importante en la atención y cuidado de sus miembros con discapacidad con aspectos muy positivos, tanto para la propia persona con discapacidad, como para el resto de componentes, pero también comporta aspectos negativos. En la parte positiva encontramos el sentido de cohesión y cercanía para afrontar la discapacidad. En el lado negativo, la discapacidad puede ser fuente de tensión familiar al derrumbarse todas las expectativas normales, es decir, surge un conflicto entre lo deseado y la realidad.