Diseñan esófagos de laboratorio aptos…

En la imagen, esófagos de laboratorio en un recipiente.Tumores, enfermedades congénitas o accidentes pueden hacer que el esófago se deteriore comprometiendo en ocasiones la vida. Ahora, un equipo de investigadores de diferentes lugares del mundo ha dado el primer paso para acercar un tratamiento que no existe en la actualidad: el trasplante. De momento, lo han logrado realizar en ratas, mediante esófagos de laboratorio, pero su objetivo último es el conseguirlo en personas, algo para lo que todaví­a deberán pasar años.

Al frente de este trabajo se encuentran dos de los protagonistas de los últimos años de la fabricación de órganos en el laboratorio: el italiano Paolo Macchiarini desde el Instituto Karolinska en Estocolmo (Suecia) y la estadounidense Doris Taylor, desde el Instituto del Corazón en Texas (EEUU). Los dos han explorado el método del lavado de órganos para eliminar las células del donante y evitar así­ una respuesta inmunológica del paciente receptor al recibir el implante. Macchiarini fue pionero al conseguir en junio de 2008 el primer trasplante de tráquea mientras que Taylor logró unos meses antes generar un corazón artificial completo, que no llegó a trasplantar, a partir de un método al que bautizó como descelularización, el mismo que empleó el cirujano italiano y el que ahora utilizan para el implante de esófago.

Para llevar a cabo este paso, los investigadores utilizaron esófagos de ratas que extirparon y los sometieron a un lavado con una serie de moléculas (agua, ácidos y enzimas) que eliminan las células y el ADN de este órgano. De esta manera, logran quedarse con el andamiaje del tubo, sólo formado por fibras de colágeno, que posteriormente sembraron con unos 90 millones de células madre de la médula ósea de varios donantes. Tras tres semanas, implantaron una pequeña parte, un trozo de 15 milí­metros, en los animales receptores. “La parte trasplantada supone entre el 25% y el 30% del esófago de estos roedores. No es la totalidad pero hemos comprobado que han comido y que no han perdido peso. Y también algo muy importante, que no ha habido rechazo”, afirma Paolo Macchiarini, quien señala que sólo mantuvieron con vida a los animales durante 14 dí­as (equivalente a un año de vida humana) por requisitos del protocolo ético.