El cerebro de un adulto no procesa el azúcar igual que el de un joven
Con el aumento de la obesidad infantil y el consiguiente incremento de la diabetes tipo 2 entre niños y adolescentes, existe un creciente interés en cómo los cuerpos de los menores procesan los alimentos que comen y cómo la obesidad y la diabetes comienzan a desarrollarse en edades tempranas.
Dos estudios presentados en la 74 Sesión Científica de la Asociación Americana de la Diabetes revelan que el azúcar se procesa de forma distinta en el cerebro de jóvenes que en el de adultos y que el tejido adiposo comienza a una edad temprana en los niños obesos. .
El primer estudio, realizado por investigadores de la Escuela de Medicina de Yale, en Estados Unidos, comparó cómo los cerebros de los adolescentes y los adultos difieren en su respuesta a la ingestión de una bebida con glucosa. Así, sus autores vieron que en los adolescentes, la glucosa aumenta el flujo sanguíneo en las regiones del cerebro implicadas en la recompensa-motivación y toma de decisiones, mientras que en los adultos disminuye el flujo sanguíneo en estas regiones. “Aunque no podemos especular directamente sobre cómo la ingesta de glucosa puede afectar a la conducta, hemos demostrado que hay diferencias en cómo los adultos y los adolescentes responden a ella”, afirma la investigadora principal, Ania Jastreboff, profesora asistente de Medicina y Pediatría en la Escuela de Medicina de Yale, Estados Unidos. Otro estudio, realizado por investigadores en el Hospital de Niños de la Universidad de Leipzig, en Alemania, comparó la biología celular y la composición grasa en niños y adolescentes obesos y delgados. Los científicos detectaron que cuando los niños eran obesos, ya desde los seis años, hubo un aumento en el número de células adiposas y que éstas son de mayor tamaño que las células que se encuentran en los cuerpos de los niños delgados.
Por último, los expertos de esta investigación hallaron también evidencia de disfunción de las células de grasa de los niños obesos, como signos de inflamación, lo que puede llevar a resistencia a la insulina, diabetes y otros problemas como presión arterial alta.