Condenada una enfermera que maltrataba…

Una enfermera viguesa fue condenada a 9 meses y un dí­a de cárcel por un delito de maltrato en el ámbito familiar a su novio con discapacidad, que se vale de muletas y al que ella cuida desde hace diez años.

Todo empezó cuando dos parejas que paseaban por un parque de Bouzas al filo de la medianoche del 16 de mayo del 2011 oyeron cómo una mujer chillaba, insultaba, vejaba y daba cachetes a alguien que se quejaba en una casa y pedí­a una ambulancia. «La voz femenina le llamaba desgraciado y gritaba que si no se comí­a la cena le iba a romper el plato en la cabeza o iba a comer en el suelo», relató una testigo en el juicio. Otro recordó que vieron una silueta en una ventana que daba una tunda «como si jugase al pimpón con alguien situado bajo ella y al que no vimos». Pensaron que golpeaba a un niño y alertaron a la policí­a.

Los agentes hallaron la puerta del piso mal cerrada, entraron y sorprendieron a la acusada encima de su novio, que anda con dos muletas. Ella golpeaba al hombre, tirado en el suelo. «Él vino arrastrándose hacia nosotros para decirnos algo, pero la mujer le tapó la boca para que no hablase, cerró la puerta y decí­a que no pasaba nada», relató por videoconferencia una policí­a en el juicio que se celebró ayer en el Juzgado de lo Penal número 3 de Vigo.

Los policí­as vieron sangre seca en los labios de la ví­ctima y hematomas en su cuerpo. Él se quejó de que ella le pegó más veces, pero no la denunció. En el juicio, el hombre intentó exculpar a la que llama su novia. Presentó un certificado para probar que no conviví­an juntos y que él reside en Crecente, a 68 kilómetros de Vigo. No recordaba bien los incidentes de ese dí­a y no descartó que «el golpe me lo llevase yo solo», pero admitió que ella lo empujó alguna vez.

Dolores I. C. P., una enfermera de urgencias en el hospital de O Meixoeiro con 29 años de experiencia, es reincidente porque tiene antecedentes penales por lesiones. Según su versión, el hombre es un paciente «muy enfermo» al que cuida desde hace 10 años. La visitó en su casa y sufrió una crisis epiléptica y cayó desplomado. Ella intentaba incorporarlo a un cojí­n, pero «estaba en un estado parecido al coma y pesaba el doble, como un cadáver. Mi casa no es una clí­nica de masajes».

En ese momento, irrumpieron los agentes. «Se puso nervioso, quise tranquilizarlo, y le tapé la boca. Sangró porque tiene mal las encí­as», dijo Dolores. Ella dijo en el juicio que el hombre, de unos 45 años, no es su pareja, sino un amigo, y que la visita frecuentemente en el hospital y en su casa. Ese dí­a, ella le prestó unas muletas pero él no siguió sus consejos «y se caí­a continuamente».

El fiscal calificó la actitud de la acusada de «superviolenta» y el juez la condenó a cárcel, a permanecer alejada 100 metros de su ví­ctima por un año, 9 meses y un dí­a y a no portar armas por 1 año y un dí­a.