Un estudio concluye que la prevalencia de supervivientes de cáncer infantil ha aumentado y que la mayorí­a de los supervivientes cinco o más años desde el diagnóstico puede tener, al menos, una patologí­a crónica.

El objetivo del estudio, publicado en una revista de la Asociación Americana para la Investigación del Cáncer, fue actualizar las estimaciones de prevalencia de supervivientes de cáncer infantil en Estados Unidos y estimar la carga de morbilidad entre los que sobrevivieron cinco años o más desde el tiempo de diagnóstico.

Los investigadores utilizaron los datos de incidencia y supervivencia del cáncer registrados entre 1975 y 2011 a partir de nueve registros estadounidenses de Vigilancia, Epidemiologí­a y Resultados Finales y los datos de la cohorte del Estudio de Supervivencia del Cáncer en la Infancia, que tení­a información sobre una gama de posibles efectos adversos y tardí­os del tratamiento del cáncer de más de 14000 supervivientes a largo plazo de cáncer infantil en Estados Unidos y Canadá.

Los cientí­ficos estiman que el número de supervivientes de cáncer infantil en Estados Unidos será de 388501, lo que representa un aumento de 59849 con respecto a la estimación anterior, hecha en 2005. De estos supervivientes, aproximadamente el 84% habí­a sobrevivido a cinco o más después del diagnóstico.

Se calcula que alrededor del 70% de los supervivientes de cáncer infantil tiene un trastorno crónico leve o moderado y alrededor del 32%, una enfermedad crónica severa, incapacitante o potencialmente mortal. También se calcula que el 35% de los supervivientes, en las edades de 20 a 49 años, sufre disfunción neurocognitiva, con aproximadamente entre el 13 y el 17% de ellos que dijo padecer deterioro funcional, limitaciones en la actividad, salud mental deteriorada, dolor o ansiedad/miedo.

Por ultimo, el equipo de investigadores señala que es necesario entender mejor los factores que influyen a distintos niveles en el cáncer, incluyendo la actividad fí­sica, la dieta y las caracterí­sticas del tratamiento. Todas ellas influyen en la susceptibilidad de los supervivientes de cáncer infantil a estas morbilidades con el fin de prevenir y retrasar su aparición.