Los investigadores diseñan la oreja…

Aunque a principios de 2013 se presentó en la revista ‘PLoS One’ el primer modelo de oreja artificial pensada para corregir los defectos estéticos que pueden sufrir algunas personas (por problemas congénitos o accidentes), un nuevo avance diseñado en Massachusetts podrí­a mejorar todaví­a más la apariencia estética del pabellón auricular de laboratorio.

Precisamente, por su carácter curvilí­neo y asimétrico, la reconstrucción quirúrgica de las orejas ha sido tradicionalmente un reto para los cirujanos plásticos. A cambio, su naturaleza cartilaginosa lo ha convertido en algo accesible para la medicina regenerativa. Cientí­ficos del departamento de cirugí­a pediátrica del Hospital General de Massaschusetts acaban de publicar en las páginas del ‘Journal of the Royal Society’, el órgano de difusión de esta sociedad cientí­fica, algunas de las ‘artimañas’ técnicas que les han permitido diseñar una oreja de laboratorio flexible, pero al mismo tiempo lo suficientemente robusta para pensar en su aplicación en pacientes en un futuro a corto plazo.

De momento, la oreja de laboratorio creada por Thomas M. Cervantes y su equipo fue implantada con éxito durante 12 semanas en la espalda de un roedor; donde se pudo comprobar que el órgano era suficientemente flexible para doblarse con los dedos y volver después a su posición inicial, sin deformarse (como lo harí­a una real). Para ello, combinaron el cultivo de condrocitos (células del cartí­lago de una oveja) con unos pequeños hilos de titanio que sirvieron para darle forma mientras las células crecí­an en la espalda del roedor, dando forma a la nueva oreja artificial. La ‘geometrí­a’ de la oreja puedo dibujarse gracias a la ayuda de modelos reales obtenidos mediante TAC a partir de pacientes humanos, que intentaron darle una apariencia lo más real posible.

Asimismo, hasta ahora, reconoce el equipo de Cervantes, los intentos por reconstruir una oreja en el laboratorio habí­an fallado, bien porque no lograban una apariencia similar a la humana o, por el contrario, porque los moldes de plástico y polí­meros que sí­ lograban una gran precisión resultaban ser demasiado rí­gidos. Con la combinación de la impresora celular y el molde de titanio (“que mantiene la forma a pesar de que se ejerza presión sobre la oreja y que es capaz de deformarse y volver a la posición inicial después de ser pellizcada”) algunos de estos obstáculos parecen resueltos. Además, en el futuro, podrí­an usarse los propios condrocitos del paciente para evitar el riesgo de rechazo a la hora de implantarle la nueva oreja. En el caso de los humanos, aclaran, el nuevo órgano no se cultivarí­a en la espalda, como se ha hecho con los roedores, sino en una ‘incubadora’ de laboratorio, antes de implantar la oreja en su posición.

Por último, a partir de ahora, como precisan los propios autores, están ya trabajando en una oreja de mayor tamaño que la que implantaron a los roedores, para poder iniciar los ensayos clí­nicos en humanos. El equipo espera la aprobación de la FDA para probar su técnica en humanos antes de final de año.