La reanimación cardiopulmonar tiene unas…

Uno de los momentos más difí­ciles a los que enfrentan los anestesistas y otros profesionales de la salud es saber cuándo realizar las prácticas de resucitación de una persona y cuándo dejar de aplicarlas, un dilema a debate en ‘Euroanaesthesia’, la reunión anual de la Sociedad Europea de Anestesiologí­a.

En la primera sesión, el director de la UCI y presidente del Comité de Ética del Hospital del Mar, en Barcelona, José Solsona, señaló las pobres cifras de supervivencia de las maniobras de reanimación cardiovascular (RCP, en inglés): un 8% en general y un 20% en el hospital. En todo caso, explicó que si el trabajador de la salud ha sido testigo del paro cardí­aco, entonces deberí­a comenzar la RCP, pero si no es así­, dependerá de si hubo un alguien que pueda saber cuando se produjo el ataque. Si el paro se hubiera producido hace más de 10 minutos, la RCP no se deberí­a iniciar y si no hay testigos del ataque cardí­aco o si hay alguna duda, se tendrí­a que comenzar con la reanimación cardiovascular.  

Si el paciente (por ejemplo, en el hospital) ha dejado claro que no desea ser resucitado, mediante el llamado “testamento vital”, el clí­nico debe estar seguro de que el paciente es capaz de tomar sus propias decisiones y comunicarse, comprender, conocer las consecuencias y razonar. La disparidad entre los testamentos en vida y la decisión clí­nica se puso de manifiesto en una encuesta, en la que los médicos tomaron una decisión diferente a las directivas del paciente en el 70 por ciento de los casos, según los datos publicados por la revista ‘Archives of Internal Medicine’.

“Se puede hacer una excepción para los pacientes con depresión, ya que estos pacientes deben ser considerados como no competentes para tomar decisiones importantes, como por ejemplo si ser revivido por RCP”, dice Solsona. También resaltó otro ejemplo en el que podrí­a ser difí­cil de interpretar un claro testamento en vida, el de un paciente con Sida que se encuentra hospitalizado después de un grave accidente de tráfico y en cuyo testamento vital optó por no ser reanimado, lo que plantea la duda de si es en caso de fase terminal por su enfermedad o en la situación de gravedad tras el accidente.

También se discutirá en ese foro la presencia de un ‘proxy’: cuando el paciente nombra a un pariente cercano o un amigo para representar sus puntos de vista si no puede hacerlo por sí­ mismo. “Los resultados preliminares de mi propio hospital indican que sólo la mitad de los pacientes desean nominar a un proxy -dice Solsana-. Esto podrí­a deberse a que la persona piensa que la muerte está muy cerca y no quiere hablar de ello”. El doctor Solsona también indicará que, incluso en presencia de la familia del paciente, anestesistas u otro personal médico de un hospital público no tienen la obligación de iniciar o continuar con lo que están razonablemente considerado por los médicos como los esfuerzos de RCP inútiles.

Por último, las directrices de reanimación indican que después de 20 minutos de reanimación ineficaz, el lí­der del equipo de reanimación, con mayor frecuencia un anestesista, tiene que decidir si se debe detener la reanimación, teniendo en cuenta varias causas potencialmente reversibles de paro cardí­aco.