800 euros al mes para poder bajar a la calle
A Belén, de 48 años y vecina de Santiago, cada día que sale de casa le supone 40 euros: los que le paga a una compañía de ambulancias que, con la ayuda de una ‘silla oruga’, la baja hasta el portal de su edificio debido a sus problemas de movilidad.
Así pues, al coste de su terapia para luchar contra el avance de la esclerosis múltiple, a la que acude de lunes a viernes en la clínica Foltra, Belén tiene que sumar unos 800 euros mensuales únicamente para salvar las escaleras de su inmueble. Y es que, como ha explicado a Europa Press, “la inmensa mayoría” de la comunidad se opone a instalar un ascensor debido a que “casi todos los pisos están alquilados a estudiantes” y son sólo tres propietarios, incluida ella (que vive con su madre), los que residen en el edificio.
“Los dueños no tienen ningún interés en el edificio porque no viven aquí, pero yo no estoy pidiendo lujos”, recalca, dolida con su “insensibilidad y egoísmo”, tras haber recurrido a la Xunta, al Ayuntamiento de Santiago y a la Valedora do Pobo.
¿Qué dice la Ley?
La respuesta está en la ley, que obliga a instalar el ascensor aunque no exista acuerdo de la comunidad en caso de que lo requiera una persona mayor de 70 años o con una discapacidad. Eso sí, siempre que el importe “no exceda de 12 mensualidades ordinarias de gastos comunes”.
En el caso de su edificio, el coste, entre el elevador y la obra, ronda los 100.000 euros, lo que supondría a cada uno de los 18 propietarios desembolsar unos 5.500 euros que no parecen dispuestos a invertir pese a que –argumenta Belén– “incluso revaloriza” los pisos.