Una dieta saludable podrí­a prevenir…

Especialistas españoles evalúan por primera vez la relación entre los componentes de la dieta, las formas de preparar los alimentos y la prevención del ictus. En concreto, neurólogos del Hospital del Mar de Barcelona han desarrollado un estudio, publicado en la revista cientí­fica PlosOne, que analiza los hábitos alimentarios y la adhesión a conductas saludables de pacientes que habí­an sufrido un ictus isquémico agudo.

Para llevar a cabo el estudio se compararon los hábitos dietéticos de 300 pacientes que habí­an sido ingresados en el servicio de Neurologí­a del Hospital del Mar por un ictus isquémico durante el periodo 2007-2010, con 300 personas sanas que hicieron de grupo control. Se analizaron diferentes nutrientes y formas de preparación de alimentos.

 

Los resultados mostraron diferentes patrones alimentarios entre los dos grupos analizados, ya que los pacientes que habí­an sufrido el ictus manifestaban realizar habitualmente un mayor consumo de calorí­as, proteí­nas y colesterol total, así­ como alimentos rebozados. Los afectados por el ictus, además, estaban menos preocupados por el mantenimiento de hábitos nutricionales saludables, mientras que las personas sanas consumí­an, por ejemplo, mayor cantidad de yogur con bí­fidus.

“La dieta puede influir en el riesgo de ictus a través de varios mecanismos, pero los hábitos alimenticios óptimos para la prevención del ictus no están claramente establecidos. En nuestro medio, parece que uno de los mejores patrones dietéticos para la prevención del ictus es la dieta mediterránea, que incluye una ingesta de sal reducida y un mayor consumo de frutas y verduras, granos enteros, cereales con fibra, pescados grasos , legumbres y aceite de oliva”, explica la neuróloga del Hospital del Mar e investigadora del grupo de investigación en neurovascular del IMIM, la doctora Ana Rodrí­guez Campello.

Varios mecanismos biológicos explican cómo los patrones y el tipo de dieta en general están relacionados con el riesgo de enfermedad coronaria y de accidente cerebrovascular isquémico, entre ellos, los efectos sobre la presión arterial, los niveles de lí­pidos en sangre, las concentraciones de homocisteí­na, aminoácido que en niveles altos en la sangre aumenta las posibilidades de padecer enfermedad cardiovascular, el estrés oxidativo, la función endotelial, la inflamación y la sensibilidad a la insulina.