Un 'Everest' de 15 escalones…

En la imagen, parte de los escalones que Carmen tiene que subir y bajar para acceder a su casa.Son 15 escalones los que tiene que subir y bajar, pero las rí­gidas piernas de Carmen, una madrileña nacida en Chamberí­, afrontan la escalinata de acceso a su domicilio como el reto que supone subir a la cordillera del Himalaya.

‘Y cuando las piernas dicen que no, me desespero’, relata Carmen, viuda y sin hijos, en la segunda planta del barracón donde tiene su cubí­culo de 40 metros cuadrados por apenas dos de altura catalogado oficialmente como vivienda social. Suelta el lamento apoyada en la fina barandilla de esta escalera exterior, su única salida a la calle, alicatada con baldosa catalana que la lluvia convierte en una pista de hielo para pies renqueantes. Como los de Carmen, que los arrastra lentamente y se desespera. Aunque ella no es de las que se rinden.

Hace 32 años, un accidente de tráfico la postró a una cama. ‘Estuve cuatro meses sin andar, los médicos no podí­an hacer nada’. Pero Carmen se dijo entonces aquello de ‘levántate y anda’ y le hizo una peineta a su lesión medular, para pasmo de los doctores ante el milagro. Así­, con valor de alpinista y una muleta en cada mano, desciende tres dí­as a la semana un ‘Everest’ para ir a rehabilitación, y luego lo corona de vuelta a casa. Con un 65% de invalidez y sin sherpas.

Carmen, de 82 años, es ‘gata’, y no sólo por su habilidad escaladora. Hija de un trapero que vendí­a en el Rastro y se pluriempleaba en una panaderí­a. Su infancia merece un certificado de casticismo, porque se crió entre Lavapiés, Cuatro Caminos y Puente de Vallecas, hasta que la familia se instaló al lado de la pradera de San Isidro. ‘Hemos pedido por escrito al Ivima que la trasladen a uno de los pisos de realojo que están vací­os, en un bloque que tenga ascensor, aunque lo conveniente es que fuera a uno adaptado a minusválidos», explica Miguel íngel Ortiz, miembro de la asociación vecinal que representa a estos madrileños expropiados.

Carmen, que compensa la inmovilidad de sus piernas conservando muy bien la cabeza, recuerda que con exactitud el dí­a que llevó su súplica al Ivima. El 14 de mayo de 2013. ‘Cuando me empezaron a fallar las piernas’, añade la anciana, con una pizca de orgullo que resta importancia las secuelas del accidente. ‘Cocinar lo hago mejor sentada y me visto apoyándome, donde las paso malas es en la ducha, pero también lo hago sola. Siempre he sido muy fuert’, proclama con una sonrisa.

La respuesta de la Administración regional llega también con retraso, según una información publicada por El Paí­s. Según la información que publica este rotativo en su web, el Ivima asegura que conocieron el caso de Carmen el mes pasado. ‘Se está estudiando la posibilidad de trasladar a la señora a algunas de las viviendas que han quedado disponibles’, según un portavoz.