Los impagos amenazan al único…

Interior del centro Santa íngela de la CruzEs la hora del descanso en el centro Santa íngela de la Cruz. En el patio al aire libre, el veinteañero Luis se come un bocata junto a sus compañeros de solidaria oscuridad. Como es ciego y sordomudo, su monitor le toca en el brazo y con el lenguaje de signos táctil le avisa de que han venido dos periodistas de visita. Luis se levanta y recibe a los recién llegados con un gran abrazo. Inés, también sordociega y con trastornos de conducta aparejados a su discapacidad sensorial que le empujan a veces a autolesionarse, se tranquiliza en manos del fisioterapeuta Antonio.

En la piscina, tres monitores atienden a Miguel, que quedó sordo de bebé por una meningitis y casi tetrapléjico después por un accidente de moto a los 19 años. En el taller de lectoescritura en Braille, otro Antonio se pone manos a la obra, luchando por salir de su aislamiento. Tení­a un trabajo cualificado y novia, pero se quedó ciego y sordo debido al sí­ndrome de Usher (como otros residentes), lo que le acarreó una grave enfermedad mental. Perdió el trabajo, la novia, la vida entera de antes.

Les ocurre a muchos, explican: la pérdida de la visión y la audición, congénita o adquirida, provoca en la mayorí­a de los casos depresiones y otras enfermedades mentales, y/o discapacidad intelectual, además de impedirles desarrollar la comunicación hablada.

Hay treinta y una personas sordociegas, o sordas con otros déficit sensoriales, en el centro que la Asociación Española de Padres de Sordociegos (Apascide) tiene en el término municipal de Salteras, cerca de Sevilla, de ellas 18 residentes y el resto usuarios de la unidad de dí­a. Les atienden 45 profesionales.

Es el único centro especí­fico para sordociegos que existe en España, dice con orgullo la presidenta de la asociación y madre de Inés, Dolores Romero. Recuerda que la reina Sofí­a le preguntó cuando vino a inaugurarlo hace justo dos años: «¿Dónde estaban antes estos chicos?». «Desesperados en sus casas, o en centros inadecuados e incomunicados», le respondió la luchadora madre. La Reina le advirtió entonces de que tendrí­an que buscar mucha ayuda, «porque mantener esto cuesta caro». Así­ es, asintió preocupada la presidenta de la asociación.

Efectivamente, dos años después la crisis económica está golpeando a este centro modélico, metiéndolo en otro túnel de oscuridad que se superpone al de la oscuridad fí­sica en que viven sus jóvenes residentes. El túnel de la incertidumbre. El camino pionero que abren aquí­ para una atención personalizada se puede truncar. La falta de liquidez de la Junta de Andalucí­a, que sostiene el centro pagando 3.200 euros al mes por plaza de residente y 1.400 por las de la unidad de dí­a, ha hecho que les adeuden ya tres meses, 135.000 euros en total. La comunidad de Madrid, que concierta una plaza, se ha puesto al dí­a tras cuatro meses de impago, y Castilla-La Mancha, que paga tres plazas, también debe una parte.

«Sólo tenemos dinero para llegar al 31 de octubre, para pagar la comida, la Seguridad Social, a Hacienda y las facturas esenciales, pero no para pagar a los trabajadores, a los que debemos septiembre. Necesitamos 60.000 euros al mes, nóminas aparte. Menos mal que la gente es solidaria; hemos abierto una cuenta y ya nos han donado 43.000 euros» (para colaborar, ver su página, www.apascide.org).

Dolores Romero dice que comprenden la situación de crisis, pero critica que a la hora de atrasar los pagos empiecen «por los más débiles», como ellos. Pero a continuación matiza que Andalucí­a ha sido la única comunidad que quiso asumir el concierto económico del centro, porque en otras lo rechazaron «por caro». «Feijóo [el presidente gallego del PP] presume de que Galicia no tiene déficit. Claro, es que allí­ no invierten, sus servicios sociales son de pena».

Cuenta que iniciaron el proyecto de este centro con 15.000 euros de un concurso de televisión. Dos millones de euros del Plan E del anterior gobierno socialista y la donación del terreno por el Arzobispado de Sevilla materializaron el sueño del que se benefician apenas esta treintena de personas de las entre 6.000 y 12.000 que estiman que hay en España con diferentes grados de sordoceguera.

Ahora temen que aunque la Junta se ponga al dí­a tras ingresar los mil millones de euros de adelanto del Estado, les recorten más adelante la aportación económica por plaza. De momento, denuncia la presidenta, la Consejerí­a de Salud ha paralizado los nuevos ingresos de afectados. Un chico y una chica esperan «desesperados» en su casa con sus padres la autorización de la Junta pese a que tienen ya aprobado el informe oficial médico para entrar aquí­, alerta Romero.

La directora de la unidad de dí­a, la logopeda Olga Dí­az Villa, enseña la obra de la ampliación para ocho nuevas plazas. «La hemos tenido que parar por falta de fondos». También está parado el proyecto para construir otro centro, mayor y que incluirí­a a niños, en Castilla-La Mancha.

Este lunes 8 de octubre, de 10 a 13 horas, saldrán juntos al centro de Sevilla, en la plaza de la Concordia, para mostrar su trabajo ante todos. «Queremos que se vea que todo esto se puede perder», dice el mediador Óscar Moldes. José Luis Garrido Ortega, de 30 años, ciego y con una sordera parcial, remacha: «Estoy preocupado por los trabajadores. Le pido a la gente que colabore y que les paguen. No llegamos a Navidad».