Los cientí­ficos crean músculos artificiales…

En la imagen, cebollas cortadas dispuestas sobre una mesa.Desde hace algunos años los fí­sicos y los biólogos han decidido unir sus fuerzas para producir materiales sintéticos que aprovechan algún diseño o algún componente ya presente en la naturaleza.

Su aplicación más directa es la medicina, y de momento las innovaciones van desde las córneas artificiales, a las válvulas o marcapasos para el corazón, pasando por los geles que actúan como andamios y que permiten guiar la cicatrización de grandes heridas en la piel.Este martes, un equipo de investigadores del Laboratorio Shih, en la Universidad de Taiwán, ha dado un paso más allá en la investigación de los biomateriales, con el desarrollo de un músculo artificial a partir de células de cebolla. Este diseño, que ha sido presentado esta semana en el la revista «Applied Physics Letters», es capaz de contraerse o de expandirse cuando se aplica una corriente eléctrica. «El objetivo inicial era desarrollar una microestructura en músculos artificiales que incrementara su capacidad de contraerse o estirarse», ha explicado Wen-Pin Shih, el investigador principal. «Y un dí­a descubrimos que la estructura y el tamaño de las células de cebolla eran similares a lo que necesitábamos».

 

Como resultado, han conseguido crear un «músculo artificial» que puede contraerse o expandirse en diferentes direcciones dependiendo del voltaje aplicado con una pequeña pila, a diferencia de los diseños anteiores, que solo podí­an hacerlo en un sentido.
«Cocina» de alta tecnologí­a

Para ello, los investigadores han aprovechado unas células de la epidermis de la cebolla que son transparentes y están muy apiladas, al estilo de unos pequeños ladrillos. Primero eliminaron la parte más rí­gida de estas células y gran parte de sus componentes biológicos y luego las recubrieron con una fina lámina de oro. Por último, al aplicar una corriente eléctrica por esas capas de oro, estos improvisados electrodos permití­an que el conjunto se contrajera y expandiera como un músculo primitivo. «Hicimos los electrodos de oro con disinto grosor para que la rigidez de las células no fuera la misma en todas las direcciones», ha explicado Shih. Según dice, esa asimetrí­a les dio a los cientí­ficos el control sobre el músculo: con una corriente de voltaje bajo las células se expandí­an y doblaban hacia abajo, hacia la parte más gruesa del filamento de oro, pero con un voltaje más alto, las células se contraí­an y se doblaban hacia arriba, hacia la porción más fina de la lámina dorada.