España, el paí­s de Europa…

Las iniciativas para un uso racional de sujeciones en las residencias y los hospitales comienzan a adquirir peso hace unos pocos años de la mano, entre otros, de entidades como la Fundación de Cuidados Dignos, auspiciada por la geriatra Ana Urrutia, del Grupo vizcaí­no Torrezuri, y por el médico Antonio Andrés Burgueño, director del programa ‘Desatar al anciano y al enfermo de Alzheimer’, promovido por la Confederación de Organizaciones de Mayores (Ceoma).

Las primeras investigaciones que se realizan aportan un dato muy preocupante: que España tení­a la tasa más elevada de Europa en el uso de sujeciones en las residencias y que además no existí­a sensibilidad sobre este problema. Un informe de Ceoma señalaba hace un año que el 23% de los 300.000 residentes de España -la mitad de ellos con algún tipo de demencia- se encuentra con algún tipo de sujeción. Un dato que contrasta de forma preocupante con el 15% de Italia o Alemania o con el 4% del Reino Unido o el 2% de Dinamarca. Y si se acude a las estadí­sticas de hace una década se observa que la tasa española se disparaba al 39,6%.

Los expertos proponen el uso racional de estas medidas y, por tanto, limitado a situaciones muy especiales, porque consideran que las sujeciones provocan la pérdida de autonomí­a, dignidad y autoestima en las personas. Y advierten de que incluso el no uso de sujeciones implica un menor riesgo de caí­das.

La experiencia de los últimos años ha permitido elaborar un minucioso estudio sobre los beneficios que aportarí­a el no uso de las ataduras, beneficios tanto en el orden fí­sico, psí­quico como social. Disminución del riesgo de caí­das, de úlceras de presión o de atrofias, en el primer apartado; desaparición de agresividad, agitación, angustia o ansiedad, entre las consecuencias psicológicas, y desaparición de la vergí¼enza, la humillación y la recuperación del rol social, entre las sociales.