En busca de una terapia…

El sí­ndrome de Angelman, que causa dificultades de aprendizaje, problemas del habla, convulsiones, movimientos bruscos y una disposición inusualmente a la felicidad, se produce cuando un gen heredado de la madre en un área particular del cromosoma 15 está mutado y la otra copia del gen, heredada del padre, es silenciada. Una nueva investigación apunta que activar el gen silenciado podrí­a ser una terapia contra esta patologí­a.

En un informe que aparece en la edición digital de la revista ´Nature´, el doctor Arthur Beaudet, profesor de Genética Molecular y Humana en el ´Baylor College of Medicine´, del Centro Médico de Texas en Houston, Estados Unidos, y genetista clí­nico en el Hospital de Niños de Texas, y sus colegas trabajaron para intentar encender la actividad del gen paterno.

 

El sí­ndrome de Angelman aparece cuando un bebé hereda una copia mutada del gen UBE3A de su madre y una copia paterna del gen que es silenciada por una larga cinta de ARN llamada UBE3A “antisentido” de transcripción. En este caso, la cinta “antisentido” es complementaria a la cinta de ARN, lo que significa que se une a ella y silencia cualquier actividad.

En un experimento anterior, el doctor Ben Philpott, de la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos, mostró que un tipo de fármaco llamado topoisomerasa podrí­a activar la copia del gen del padre, pero el fármaco en sí­ era tóxico y no se limitaba a la activación del gen de Angelman, sino que afectaba a todos los genes.

Uno de los estudiantes de posgrado de Beaudet, Linyan Meng, estaba escribiendo su tesis sobre el sí­ndrome de Angelman y luchando con este problema cuando un miembro de su comité de disertación, Thomas Cooper, profesor de Patologí­a e Inmunologí­a en Baylor, le dijo que estaba trabajando con Isis Pharmaceuticals, y que ésta tení­a oligonucleótidos antisentido que podí­an desactivar la transcripción antisentido que silencia la copia paterna del gen.

De esta forma, la estudiante crió un ratón en el que se “derribó” la transcripción antisentido y se activó la copia paterna del gen. “Si bloqueamos el antisentido, se podí­a encender la copia paterna”, explica Beaudet, también presidente de Genética Molecular en Baylor. El tratamiento funcionó tanto en células en el laboratorio como en los animales vivos y el efecto de la inyección de los oligonucleótidos antisentido duró alrededor de 16 semanas. “Se vio claro en los datos moleculares que activamos la copia paterna del gen –afirma Beaudet–. Pero no está claro hasta qué punto somos capaces de revertir las anormalidades de comportamiento”. Los estudios en ratones mostraron que el tratamiento parece reducir los déficits cognitivos asociados con el sí­ndrome de Angelman, pero se deben hacer más pruebas.