El Papa pide no discriminar…

«Serena, me has puesto en un aprieto», respondió el Papa a una de las participantes en un encuentro sobre atención espiritual a personas con discapacidad. La joven italiana le acababa de contar que a muchos como ella no les permiten participar en actividades de las parroquias ni hacer la comunión.

«Serena me estás poniendo en un apuro, porque si digo lo que pienso…», insistió Francisco con complicidad arrancando un fuerte aplauso. «La discriminación es una de las cosas más feas que existen. Cuando uno pide catequesis y le responden que no, que es sólo para quienes no son diferentes, ¿es una buena parroquia?», preguntó y escuchó un «no» rotundo. «Pues eso. A un sacerdote que no acoge a todos, el Papa le pedirí­a que cierre la iglesia: o todos, o ninguno», concretó. «Para hacer la comunión, las personas deben prepararse. Por eso, si por ejemplo eres sordo, la parroquia te debe atender con la lengua de signos», reclamó el Papa. En eso Francisco predica con el ejemplo, y también el viernes la utilizó para saludar a algunos peregrinos. Por eso, propuso a los sacerdotes que pidan ayuda a laicos catequistas para ayudar a todo tipo de personas. «Una persona a la que funcionan todos los sentidos, no es mejor que los demás», insistió a los participantes. «Aunque tú seas diferente, tienes la posibilidad de ser mejor. Todos debemos tener la posibilidad de conocer mejor la doctrina cristiana y recibir los sacramentos», añadió. El Papa estaba todaví­a hablando cuando una pequeña con sí­ndrome de Down, con una cámara de fotos en una mano, y una muñeca en la otra, subió las escaleras y le llamó. «Ven, ven», respondió el Papa. «Esta chica es valiente, no tiene miedo. Nos ha dado una lección. Ella sabe que la diversidad es una riqueza. Nunca será discriminada, sabe defenderse sola», dijo mientras le pedí­a que se sentara a su lado. Luego se animaron a acercarse otros dos niños. «Pero lo que estoy diciendo también puede aplicarse en las escuelas, en los barrios», continuó el Papa. «Salir al encuentro de personas diversas es un desafí­o que asusta. Por eso es más cómodo ignorarles, decir que todos somos iguales, y cuando uno es diferente, apartarlo», explicó. «No tengáis miedo a la diversidad, que es la ví­a para hacernos mejores». Antes de despedirse, Francisco se detuvo mucho tiempo y sin prisa con los participantes, que por ejemplo le invitaron a visitar restaurantes en los que trabajan, o le regalaron productos de la tierra que ellos mismos cultivan. Al Papa se le veí­a emocionado. Eso explica que fuera el encuentro en el que ha regalado más besos, más abrazos y por supuesto, más selfies.