El futbolista que regateó a la silla de ruedas
Héctor Simón tuvo la mala suerte de partirse dos vértebras cuando estaba a punto de tocar el cielo y alcanzar la Primera división o la buena suerte de no quedarse tetrapléjico por dos milímetros más de fractura. La suya es una historia de superación y de constancia que le ha llevado por los toboganes de la vida desde el cielo al abismo y de vuelta al paraíso de la titularidad en la élite.
Siete años le ha costado volver a sentirse futbolista. Ha pasado un infierno en el que nunca ha perdido la fe en sí mismo, aunque como él mismo reconoce: «Mis ganas y mi fuerza para intentar volver a jugar eran como un acto de defensa, era la negación a admitir lo que me había pasado». Todo comenzó en diciembre del 2005. Héctor, al que Clemente había hecho debutar en Primera con el Espanyol, estaba cedido en el Racing de Ferrol para que cogiese experiencia. Era una promesa de 21 años que apuntaba alto.
Tras ganar en Tenerife el último partido antes del parón navideño, el equipo se fue de cena y celebración. Ya de vuelta al hotel de concentración decidieron acabar la fiesta en la piscina. Se equivocaron con la profundidad y Héctor se tiró de cabeza en la zona que apenas cubría. Se rompió las dos primeras vértebras cervicales. Tuvo que estar seis meses inmovilizado con un corsé especial que le recogía toda la cabeza, cuello y hombros. No se lo quitaba ni para dormir.
A los seis meses se sometió a la primera operación y le pusieron un clavo porque la fractura no calcificaba. A partir de entonces pudo empezar a moverse, pero evitando cualquier contacto o movimiento brusco. «Lo veía todo muy lejos. El fútbol me lo había dado todo y no quería ver la realidad. Seguía entrenándome, pero lo veía todo muy lejos. Eso sí, nunca bajé los brazos», explica el futbolista.
Vuelve a entrar en quirófano y le ponen una placa que le permite algo más de movilidad. Tal es la fe que tiene en regresar a los terrenos de juego que rechaza a los 18 meses de baja solicitar la invalidez permanente, lo que le hubiera significado un sueldo de por vida. Y justo cuando parecía todo perdido, a los dos años, una placa y una radiografía revelaban el milagro: la fractura se había soldado definitivamente.
Entonces, Héctor se emociona al recordar a una persona que ha sido clave en su regreso a la élite: «Quiero agradecer a Mágico Díaz, mi amigo y representante, todo lo que hizo por mí. No se perdió ni una visita al médico, me apoyó en todo, no se separó de mí en los peores momentos. Además, renegoció con el Espanyol mi situación y él es una de las claves para que yo haya podido volver a jugar».
Ya tenía el alta médica, pero quedaba lo más difícil: entrar en un campo de fútbol. «Los dos años que vinieron a continuación fueron más difíciles que los dos que estuve de baja porque ya podía jugar, pero no jugaba. No tenía ninguna continuidad. Es un camino difícil y psicológicamente es más duro. Cuando estás lesionado sabes que no puedes jugar y luchas para ponerte bien, pero cuando estás bien y no juegas…», asegura.
De todas formas, su primer objetivo lo logró. Regresó a un campo de fútbol en un partido de la Copa Federación con el Espanyol. Habían pasado 792 días. A partir de ahí vivió varias cesiones a la Cultural Leonesa, Girona y Benidorm. «El año pasado decidimos dar un paso atrás y jugar en Segunda B. En el Castellón tuve continuidad y volví a sentirme futbolista. Yeste año, en el Sabadell, he vuelto a sentir sensaciones que antes tenía», recuerda.
En el Sabadell se ha consolidado, es indiscutible para Carreras y todo ello le ha llevado a recibir el premio a la Superación 2011: «Aunque para mí es a la superación 2006, 2007, 2008… Es un premio muy importante por todos los años que he estado luchando».
Repasando esas sensaciones que está recuperando, Héctor no sabría quedarse con el momento más especial de todos: «El día que los médicos me dicen que la fractura se ha consolidado, el que recibes el alta, el día que vuelves a entrenar y haces vida de futbolista, que entras en un vestuario, el primer partido… Cuando marqué el primer gol tras el accidente no sabía qué hacer. Te emocionas».
Héctor es un ejemplo para todos aquellos que sufren un accidente como el suyo, un espejo en el que mirarse para superar adversidades. «En la vida cada uno tiene sus sueños y sus objetivos. Normalmente te encuentras alguna piedra en el camino y tropiezas. En mi caso ha sido una montaña. Es difícil, sobre todo psicológicamente, y más pensando en lo bien que estabas y en cómo te sentías, pero hay que poner todo de tu parte y luchar, luchar, luchar…».
La lesión ya está olvidada, no le queda ninguna secuela salvo una cicatriz en la parte posterior del cuello y una ligera limitación al girar la cabeza. Héctor Simón regateó a la silla de ruedas, fue fuerte en el partido más duro, complicado e importante de su vida.
Un partido que duró 792 días, con una prórroga que le ha permitido, tras siete años, volver al fútbol de élite y quién sabe si algo más. «Tengo 27 años, no me pongo techo». Su fuerza es tal que ni siquiera teme a las piscinas: «No le tengo fobia, me he tirado en alguna ocasión más, pero si puedo lo evito…».