El cura que no dejó…

«Disculpas aceptadas». La familia de Mónica Suárez Vidal, la mujer de 32 años con discapacidad vecina de la parroquia de Cruces, en Padrón, aceptó las palabras de perdón que le ofreció el cura Ramón Barral  por haberse negado a darle la comunión a su hija durante la celebración de una misa en la capilla de Bascuas.

Con ello, la familia considera que «todo queda arreglado» y solo lamenta que no se disculpara «antes, cando o chamaron a primeira vez dende o Arzobispado», según explicó la madre de la mujer, Ernestina Vidal, quien dice que, de hacerlo, no harí­a público lo sucedido «xa que a min non me gusta andar nos medios». Según la madre de Mónica Suárez, el sacerdote reconoció que fue «un error» lo que hizo y que pensó en «disculparse antes», pero que no se atrevió o eso es, al menos, lo que le pareció a Ernestina Vidal.

Ramón Barral acudió a la casa de la mujer acompañado del párroco de Padrón e Iria-Flavia, Roberto Martí­nez, y ambos le trasladaron a Ernestina y a su marido «todo el apoyo y cariño, tanto en nuestro nombre como en el de la Iglesia, hacia las personas discapacitadas y sus familias», según contó el segundo sacerdote. Barral rehusó realizar declaraciones más allá de señalar que, por él, «todo queda arreglado también». El sacerdote lleva 33 años en la parroquia de Santa Marí­a de Cruces y todos coinciden en señalar que «nunca lle pasou nada como isto nin parecido».

La madre de la mujer discapacitada explicó, además, que el cura de su parroquia les dijo también que «cando quixéramos ir coa rapaza a recibir a comunión que fóramos, que el lla vai dar», algo que deja satisfecha a esta mujer, que decidió denunciar públicamente los hechos por considerarlos una «discriminación» hacia su hija y hacia las personas con discapacidad.

Por su parte, el cura de Padrón e Iria-Flavia aseguró que su compañero se disculpó con la familia de Mónica Suárez «con humildad y de corazón», en una conversación que calificó de «muy cordial, sin reproches» y que, en su opinión, evidenció que ambas partes «tení­an muchas ganas de arreglar el asunto». Roberto Martí­nez también desveló que el sacerdote lo estaba pasando «muy mal» por todo lo sucedido con una familia feligresa de la parroquia, a la que Ramón Barral se puso ayer «a su disposición».