Dos autistas rompen su 'coraza…

Dos mellizos de siete años con autismo han logrado en apenas dos semanas, gracias a una terapia, romper la “coraza de cristal”que les mantení­a aislados del resto del mundo y comunicarse con sus familiares. Los padres de Enrique y Cristina Vaz Salazar, ambos médicos de la localidad sevillana de Dos Hermanas, supieron cuando apenas tení­an tres años que sus hijos sufrí­an un trastorno general de desarrollo del espectro autista, que impide la comunicación aunque permite actos estereotipados.

No hablaban, no miraban a los ojos ni parecí­an prestar atención a nada, no razonaban, no aceptaban imprevistos -“eso es algo que les poní­a muy nerviosos”- y no comprendí­an órdenes, han relatado.

Desde aquel momento comenzaron con las terapias conductuales tradicionales, a ritmo de 5 horas diarias. “Aprendí­an a hacer cosas de manera repetitiva, aunque se estresaban: Enrique se arrancaba el pelo y los dos niños se comí­an la ropa”, ha explicado la madre, Concepción Salazar, estomatóloga.

Además, sus comportamientos seguí­an siendo “caóticos”, parecí­an “no comprender nada” y el resto del mundo “les era extraño e incluso se dormí­an cuando celebrábamos sus cumpleaños”.

Tras años infructuosos, Enrique, anestesiólogo, conoció el método “Babysapien”, creado por la leonesa Marta Eugenia Rodrí­guez de la Torre, investigadora con un coeficiente intelectual que supera los 210, el doble de lo normal, y con una amplia experiencia en técnicas para el desarrollo de la inteligencia.

“Entendimos con claridad su rigor cientí­fico y además no requerí­a apenas de la colaboración de los niños; la terapia actuaba estimulando y potenciando lo que les falla, sus cabecitas, o sea, su sistema nervioso central”, ha expuesto Enrique.

Rodrí­guez de la Torre (que tiene un blog donde cuenta sus experiencias), ha explicado a Efe que “Babysapien” es un método neurocientí­fico porque logra “generar nuevas conexiones sinápticas y fortalecer las que ya existen”, optimizando la capacidad de atender, procesar y comunicar, mediante la estimulación multisensorial de la vista, el oí­do, el tacto y el olfato como “puertas de acceso” al cerebro.

En cada sesión, que dura unos 20 minutos y cuesta 24 euros, los afectados reciben en base a estudios cientí­ficos corroborados el olor de un determinado aroma, una audición musical y un sonido cotidiano, visualizan láminas -imágenes, dibujos, letras y números, acompañadas de explicaciones- y palpan distintas texturas.

“Al interactuar con todos los sentidos se erosiona la campana de cristal en la que parecen estar encerrados estos niños y de pronto empiezan a mirarte; una vez captada su atención, ahí­ ya puedes introducirlos en el aprendizaje”, ha puntualizado la cientí­fica.

Y es que las personas con autismo no tienen capacidad de comprender aún siendo “muy inteligentes” y, hasta ahora, solo a través de pictogramas, se logra que repitan acciones como si estuvieran “amaestradas”.

Rodrí­guez de la Torre ha asegurado que con esta terapia son los niños los que se atreven a comunicarse y a adoptar decisiones libres, combatiendo el problema desde dentro.

Como el precio “no era un obstáculo”, la familia Vaz Salazar se vino a Madrid para acudir a Babysapien y los primeros resultados no tardaron en aparecer: los mellizos sostení­an la mirada cuando se les hablaba de manera “más prolongada, intensa y profunda”.

En apenas dos semanas de sesiones intensivas, han indicado, “observamos que empezaban a obedecer órdenes sencillas y directas como ‘trae esto, cierra la puerta o ven aquí­'”.

“Notamos que aparecieron habilidades nuevas: Cristina espontáneamente empezó a tirarnos una pelota que anteriormente sólo hací­a girar sobre sí­ misma”, ha dicho el padre.

Fue “gracioso” porque estaban poniendo la mesa para comer cuando Concha sintió “algo entre los pies”. “Aparté la pelota y ésta volvió a mí­. ¡Era la niña con toda su guasa, como diciendo, ‘mamá, juega conmigo’!. ¡Es que no me lo podí­a creer!”, ha recordado la madre con emoción.

Tras las sesiones, impartidas por la psicóloga Marí­a Hernández, el pequeño aprendió a “hacer juegos de palmas, a andar de puntillas y de talones” y duerme nueve horas seguidas, cuando antes se despertaba a las 4 de la mañana.

Concha suele pedir a los mellizos, sin éxito, que saluden a la familia cuando acuden a visitarlos y, por primera en su vida tras el tratamiento, Enrique “se les acercó tranquilo y les dio un beso”.

Además, los mellizos volvieron a clase “disciplinados y con disposición de aprender”, hasta el punto de que la profesora manifestó “abiertamente su entusiasmo”.

Concha ha insistido en que, tras Babysapien, “la coraza de cristal” de sus hijos se ha vuelto “más fina y transparente”, abriéndoles para el futuro “una puerta a la esperanza”.