Cuatro gestos para ser feliz,…

Con la moda del coaching y de la psicologí­a positiva han entrado en circulación recetas prácticas que prometen hacernos sentir mejor y convertirnos en personas más felices.

Aunque son procedimientos sencillos y no por ello menos eficaces, algunos escépticos desconfí­an de estas teorí­as relacionadas con el comportamiento y piden “más ciencia”. Pues bien: resulta que para ellos también existen algunos rituales con los que amplificar ese sentimiento subjetivo de bienestar que llamamos felicidad, ya que sus argumentos están amparados por la neurociencia. En el libro The Upward Spiral, el neurocientí­fico e investigador Alex Korb aborda la depresión desde la neurologí­a aplicada a la vida cotidiana, una perspectiva muy diferente de la que estamos acostumbrados. Su teorí­a parte de todos esos entresijos e intercambios quí­micos que tienen lugar entre neuronas y neurotransmisores y que a los demás nos suenan demasiado cientí­ficos como para asimilarlos tan fácilmente. Pero el propósito de este profesor de la Universidad de California (UCLA), en EE UU, es el de hacernos entender cómo, con pequeños cambios, podemos influir en nuestro estado de ánimo. El autor habla de crear una “espiral ascendente” con la que ir generando cambios positivos que nos alejen de esa actitud negativa que nosotros producimos y que nos conduce hacia la tristeza y el malestar. Para conseguirlo, Korb relaciona cuatro rituales: Preocuparse es bueno Don”™t worry”¦ Be happy, la famosa canción de Bobby McFerrin. no se corresponde a la realidad, según Korb. Preocuparse no es malo ni nos aleja de la felicidad. El neurocientí­fico explica cómo las emociones negativas activan zonas similares en el cerebro. Sentimientos tan dispares como el orgullo, la vergí¼enza o la culpa tienen consecuencias similares a nivel neurológico y, consecuentemente, aní­mico. No sucede así­, en cambio, con la preocupación, cuyas consecuencias son menos perniciosas en la medida en que el cerebro entiende que estamos en el proceso de dar solución a nuestros problemas. Según el investigador, “preocuparse alivia el sistema lí­mbico al aumentar la actividad de la corteza prefrontal y disminuir la de la amí­gdala; sentir esta ansiedad significa que estás haciendo algo al respecto, que es mejor que no hacer nada”.