Comprendiendo cómo ven los niños…

Hay abundante información al respecto de la forma de mirar de los niños con autismo en comparación al resto de niños. Las nuevas técnicas de seguimiento ocular (eye tracking) han significado toda una revolución en este campo. Descubrir que el niño con autismo mira a la boca en vez de a los ojos cuando se le habla, fue un paso más en la comprensión del modelo de visión.

Posteriormente se identificó que esta forma diferente de mirar estaba relacionada también con los problemas para el reconocimiento de las emociones faciales. También sabemos que en muchos casos existe una mala coordinación ojo-mano que suele ser un problema en la lectoescritura.

En resumen, que los niños con Autismo también presentan diferencias sustanciales, frente al resto de niños, en cómo utilizan la visión y cómo procesan la información visual. Pues bien, con estos antecedentes, un grupo de investigadores de la Universidad de Yale se percataron de un hecho que hasta el dí­a de hoy habí­a pasado inadvertido, y que tiene que ver con el parpadeo. Aunque a priori pueda parecer un aspecto sin la mayor relevancia, una vez estudiado en profundidad sí­ podemos apreciar diferencias significativas que nos ayudan a comprender un poco mejor este complejo trastorno.

El estudio titulado “Inhibition of eye blinking reveals subjective perceptions of stimulus salience” fue publicado en la versión electrónica de la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences”. Para llevar a cabo el estudio los investigadores seleccionaron a 93 niños de dos años, de los cuales 41 con un diagnóstico de TEA (36 varones y 5 féminas) y 52 sin ningún trastorno aparente (33 varones y 19 féminas). Todo ellos vieron por parejas un ví­deo mientras eran analizados por un sistema de seguimiento ocular.

En el ví­deo que los niños veí­an se apreciaban de forma clara dos tipos de contenido visual: El primer tipo estaba basado en movimientos fí­sicos de objetos (un cochecito con puertas que se abren y cierran); y el segundo en acciones emocionales (un niño y una niña en una discusión). Y mientras los niños veí­an estos ví­deos, se medí­a la cantidad de veces que parpadeaban. Y quizá medir la cantidad de veces que alguien parpadea pueda parecer de lo más irrelevante, ya que normalmente le parpadeo es una acción involuntaria y encaminada a mantener el ojo hidratado y limpio; pero también nos sirve como un indicador de la atención. Y el resultado ha sido muy interesante. Los niños del grupo de control (Sin TEA), presentaban una frecuencia de parpadeo normal (de carácter involuntario) hasta que veí­an los ví­deos con contenido emocional, donde la frecuencia de parpadeo decae. Esto es un signo claro de una mayor atención y focalización en lo que observan. Y como es lógico, en los niños con TEA sucedió justo lo contrario, fue viendo los objetos en movimiento cuando fijaron más su atención y la frecuencia de parpadeo disminuyó.

Y aunque ambos grupos disminuyeron la frecuencia de parpadeo durante el visionado de los ví­deos, la diferencia en la frecuencia de los mismo es lo suficientemente significativa como un indicador claro de en qué los niños con TEA son capaces de fijar su atención, y esto a la edad de dos años. Esto está muy relacionado con el cómo nos involucramos ante los estí­mulos visuales, y marca evidentemente una diferencia. Pero además, los niños con un desarrollo normal disminuí­an la frecuencia de parpadeo antes que los niños con TEA. Es decir, su capacidad de focalizar la atención varí­a de un grupo a otro. Y nos reafirma la teorí­a de que los niños con TEA tardan más incluso a la hora de decidir que información es susceptible de ser procesada con un mayor nivel de atención, y que un objeto en movimiento genera más expectación que una persona.

Este tipo de investigaciones nos dan mucha información que se enfoca en las causas subyacentes de las conductas, o de cómo estas conductas se van a desarrollar en el futuro, y nos pueden servir como base al desarrollo de nuevas técnicas encaminadas a mejorar la intervención del niño para mejorar su implicación a nivel emocional, social y del desarrollo correcto del aprendizaje.