Cientí­ficos de EE.UU. 'reparan' la…

En la imagen, un paciente usuario de silla de ruedas.Andrew Meas, un ciudadano estadounidense de 33 años, se ha convertido en la primera persona con discapacidad que ha logrado levantarse y caminar gracias a la rehabilitación estimulada por un implante eléctrico.

Meas, oriundo de Louisville (Kentucky), perdió la movilidad de cintura hacia abajo en un accidente de coche en 2007, en el que su espina dorsal quedó seriamente dañada. Pero gracias al implante, y a la rehabilitación, ha logrado recuperar la habilidad para levantarse y mover las piernas sin ayuda.

Lo más sorprendente de todo no es el implante en sí­, sino el hecho de que, tras ser apagado, Meas conservaba cierta movilidad. El estí­mulo proporcionado por el implante parece haber fortalecido conexiones que, aunque permanecí­an inoperativas, seguí­an funcionando a lo largo de la médula e, incluso, podrí­a haber creado otras nuevas, lo que le permite moverse incluso cuando el implante se apaga. Este hecho es, según la revista New Scientist, que ha entrevistado al propio Meas y a los responsables de la investigación, «potencialmente revolucionario», en la medida en que muestra que la espina dorsal puede recuperar su función años después de que un accidente.

No tení­amos ni idea de que la estimulación iba a funcionar también hacia arriba, reparando las conexiones entre la espina dorsal y el cerebroMeas ha sido uno de los tres voluntarios que han formado parte de un estudio del Instituto de Rehabilitación Frazies de la Universidad de Louisville. En el proyecto participa el neurólogo Reggie Edgerton, de la Universidad de California, que ya en 2009 logró que un implante de este tipo funcionara en ratas de laboratorio, aunque sólo mientras se les estimulaba mediante el implante eléctrico. El resultado en humanos le ha sorprendido: «No tení­amos ni idea de que la estimulación iba a funcionar también hací­a arriba, reparando las conexiones entre la espina dorsal y el cerebro».

Según Edgerton, todo esto podrí­a tener dos explicaciones: o bien el estí­mulo ha creado nuevas conexiones, o bien la estimulación ha reactivado de alguna forma conexiones que parecí­an dañadas de forma irreversible. La segunda opción es, para Edgerton, la más factible: «Podrí­a haber conexiones silenciosas que no podemos observar con las técnicas actuales, demasiado dañadas para trabajar por sí­ mismas, pero capaces de funcionar gracias al estí­mulo».


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