Atención educativa y familiar ante…

 

En esta entrada se proponen recomendaciones sobre cómo acompañar educativa y emocionalmente a aquellos alumnos y alumnas que por motivos de discapacidad (u otros) tienen frecuentes hospitalizaciones o por orden facultativa tienen que permanecer en casa sin poder asistir al colegio o instituto.

Primeramente, cabe aclarar que no es correcto asimilar una situación de discapacidad con las hospitalizaciones frecuentes. Al hablar de personas con discapacidad física o/y orgánica nos referimos a una población heterogénea y cada individuo tiene unas necesidades específicas. No todas las personas con discapacidad visitan los centros hospitalarios con mayor frecuencia que una persona sin esta condición, ni si quiera tienen necesariamente que acudir a más consultas médicas.

No obstante, para aquellos alumnos y alumnas que no puedan disfrutar de una escolarización ordinaria por el motivo mencionado se espera que la respuesta escolar y familiar siga una línea de comprensión y acompañamiento hacia ese menor con la mayor calidad posible.

Existen algunos aspectos que facilitan la adaptación y comprensión del niño o niña a esta situación. Entre ellas cabe destacar una buena comunicación. Esta hace que aumente la confianza, pero ¿cómo la llevamos a cabo?  En los primeros momentos tras el diagnóstico o tras la necesidad de la hospitalización podemos pensar que para proteger nuestro hijo o hija podemos ocultarle información. De hecho, ha sido la forma de actuación corriente hasta los años 60 del pasado siglo. No obstante, es una idea obsoleta y los profesionales relacionados con la pedagogía hospitalaria recomiendan que no se oculte información al niño o niña sobre su patología o los procesos que se van a seguir. Hemos de utilizar un lenguaje acorde con su edad y capacidad cognitiva, sin utilizar un vocabulario técnico buscando el contacto visual y dándole tiempo a explicar todas las dudas y preocupaciones que le vayan surgiendo. Se deberá mantener un tono optimista y se pretenderá que comprenda que puede preguntar todo lo que deseé. De esta forma, limitamos la cabida a pensamientos fantasiosos que puedan causarle mayor estrés y angustia sobre el nuevo acontecimiento.

Además de conversar sobre los aspectos puramente patológicos y relacionados con el tratamiento, debemos ofrecer un espacio en el que tratar los sentimientos tanto propios como del menor. Por un lado, no se recomienda ocultar o engañar al niño o niña sobre los sentimientos que atraviesa la familia en esos momentos, sino que se pretende crear un ambiente óptimo en el que prime la validación de cualquier tipo de emoción y se ajuste la respuesta que se da en base a esta. Debemos comprender que es un cambio relevante en su vida, hay una separación de su hogar, partición de su rutina, se separa de los objetos y personas habituales, entre otras circunstancias. Tanto los familiares como los profesionales educativos pueden ayudarle a manejar el estrés que esta situación le pueda causar. Además, también pueden influir positivamente acompañándole en crear un mejor autoconcepto y confianza en él mismo. En la medida de lo posible podremos anticiparle las situaciones que van a ir ocurriendo, mostrarnos cercanos, explicarle los turnos de visita en caso de que existan, ofrecerle la posibilidad de contar con un juguete u objeto familiar para él durante su estancia en el hospital o mantener conversaciones alejadas del tema patológico.

Es relevante comprender que a partir de los cinco años suelen tener bastante consciencia sobre la patología y son capaces de comprender la situación que le rodea, aunque no se lo haya explicado anteriormente ningún adulto de forma directa. En cada edad se dan unas circunstancias concretas que hacen que tiendan a interpretar la realidad de manera diferente. Desde los 1 a 3 años pueden pensar que esa separación temporal de los padres será permanente y pueden experimentar sensaciones de abandono, así como pensar que las pruebas dolorosas son causa de un castigo.  De esa edad a los 6 años suelen tolerar mejor y con menos angustia esa separación, aunque se puedan dar comportamientos inesperados.  De los 6 a los 10 años se produce un cambio en su pensamiento y ya no piensan en que la nueva situación sea causa y culpa de su comportamiento. En ese momento son más independientes y entienden que las actuaciones médicas están enfocadas a su curación. No obstante, está presente el miedo al dolor físico por las intervenciones. Por último, los adolescentes suelen interpretar la patología como un proceso. Identifican como fuente de preocupación para ellos y ellas la dependencia del personal sanitario o de sus padres, restricción de las visitas, régimen alimenticio, sentimientos de ansiedad y depresión y las inmovilizaciones.  Conocer esta información hace que podamos empatizar con los menores que se encuentran en esta situación y es valiosa tanto para familiares como para agentes educativos.

Respecto al aspecto académico, se busca que exista en todo momento conexión entre el alumno y la escuela. No solo por mantener actualizados sus conocimientos a nivel académico, seguir una rutina y, en la medida de lo posible, mantener un ritmo curricular similar a sus compañeros sino también para no descuidar los aspectos sociales y emocionales. Se propone que el profesor tutor tenga contacto con el menor, los compañeros puedan participar enviándole cartas o dibujos para amenizar su estancia en el hospital o pueda participar remotamente en algunas actividades.

En cuanto a las necesidades especiales asociadas con el ámbito académico cabe mencionar que en la Comunidad de Madrid existe el servicio SAED (Servicio de Apoyo Educativo Domiciliario) dirigido al alumnado que no puede asistir al centro escolar por prescripción facultativa y se encuentra en su domicilio. Son los padres quienes a través de una solicitud piden el servicio presentándola en la Secretaría del centro o instituto junto con el informe médico seguidamente podrán beneficiarse de un profesor del SAED. Este profesional busca dar continuidad al proceso educativo y reducir el impacto de esta circunstancia en la vida del menor, así como facilitar su vuelta al centro.

Por otro lado, aquellos alumnos hospitalizados pueden acudir a las Aulas Hospitalarias que siguen los mismos objetivos descritos en el servicio anterior. De esta forma, los estudiantes pueden mantener su escolarización a efectos de evaluación y promoción.

¿Conoces alguna otra idea para conectar al alumno hospitalizado con la escuela?

Si te ha resultado útil la lectura, no dudes en compartirla.