64 ensayos clí­nicos, en el…

Casi a modo de ‘testamento’, la plataforma de ensayos clí­nicos Caiber ha querido poner sobre la mesa sus logros en sus dos años de existencia y alertar de las consecuencias que tendrá su inminente desaparición, tal y como anunció hace pocos dí­as el director del Instituto de Salud Carlos III, Joaquí­n Arenas.

El director de Caiber, Joaquí­n Casariego, no ha querido sin embargo dar de momento por desaparecido el Caiber y ha preferido hablar “en presente de indicativo”, asegurando que “falta que se certifique su desaparición”. Según sus palabras, “estamos en una fase en la que se sigue dialogando todos los dí­as”, aunque calcula en que en las próximas semanas podrá conocerse la decisión definitiva, coincidiendo con la reunión del órgano rector de Caiber prevista para el próximo mes de junio.

En rueda de prensa, Casariego ha asegurado que la desaparición de Caiber serí­a “una gran pérdida para España”, más ahora que su modelo de plataforma de apoyo a la investigación independiente está siendo tomada como modelo por otros paí­ses europeos.

Sin embargo, algunas fuentes del Caiber no coinciden con este punto de vista y consideran que el modelo habí­a evolucionado desde sus orí­genes hacia una estructura demasiado abultada y, sobre todo, demasiado centralizada. Un investigador del Caiber, que ha preferido no dar su nombre, asegura que en la actual coyuntura económica, el actual modelo era inviable, aunque considera que una red de centros, más descentralizada, podrá seguir dando el mismo soporte a la investigación clí­nica independiente.

Caiber, creado en marzo de 2010, funciona a modo de consorcio estatal, con personalidad jurí­dica propia, que promueve y apoya ensayos clí­nicos llevados a cabo en más de 40 centros del paí­s por unos 2.000 investigadores (ofreciendo, por ejemplo, apoyo administrativo, burocrático, y técnico a los investigadores).

Los experimentos en Oncologí­a y Pediatrí­a lideran la mayorí­a de estos 64 trabajos, a los que se han destinado cinco de los 10 millones de presupuesto el año pasado. De momento, como ha admitido Casariego, todaví­a están calculando cuántos de estos ensayos podrán concluir con la financiación actual y cuántos se quedarán en el camino si se certifica la defunción de Caiber. Tampoco están todaví­a en condiciones de aclarar qué pasará con los siete proyectos internacionales en los que está inmerso el Caiber, “habrá que verlo en el proceso de liquidación”.

Por este motivo, la gerente del centro, Almudena Moreno, ha asegurado que la reducción de presupuesto prevista para este ejercicio, que les dota con sólo tres millones de euros, es ya de por sí­ insuficiente. “Para continuar existiendo, necesitamos un nivel de financiación suficiente, y eso serí­an unos siete millones para un plazo de tres o cuatro años”, estima Casariego.

El director ha reconocido que la decisión del Instituto Carlos III les ha pillado por sorpresa, “no ha habido ninguna discusión sobre las posibilidades; ha sido una notificación de una decisión ya tomada”, ha explicado a ELMUNDO.es. “A nosotros no se nos ha pedido consejo, y tal vez pudiésemos haber ayudado”, apunta.

Entre los investigadores que han acompañado a Casariego en su comparecencia, Agustí­n Gómez de la Cámara, investigador del Caiber en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, ha sido el más crí­tico con la desaparición de este ‘consorcio de consorcios’: “Fuera de aquí­, no hay vida para la investigación”.

A juicio de este especialista, “hay que entender las declaraciones [de Joaquí­n Arenas sobre el futuro de Caiber] en un contexto peculiar, de constante vaivén de declaraciones polí­ticas; por lo que no me extrañarí­a que las cosas puedan seguir como estaban. Si Caiber desapareciese, volverí­a a crecer espontáneamente, porque no he visto ninguna iniciativa arraigar tanto en el tejido clí­nico de nuestro paí­s”.

La intención anunciada por el responsable del Carlos III, sin embargo, va más en la lí­nea de sustituir el actual organismo por “una red de unidades de investigación clí­nica”, ésta ya sin independencia jurí­dica y con un presupuesto mucho más reducido.

De hecho, otras fuentes consultadas por este periódico recuerdan que la idea de crear esta estructura surgió precisamente cuando Arenas era subdirector del Carlos III, por lo que está intentando salvar “su criatura”, convencido de la necesidad de mantener una estructura de este tipo. Eso sí­, más ligera y descentralizada que el Caiber que dirige Casariego.