La reinserción social y laboral…

Aula PredisLos centros penitenciarios no deben ser únicamente espacios en los que apartar temporalmente de la sociedad a quienes cometen conductas punibles.

Es la premisa básica con la que trabajan cientos de entidades sociales que colaboran con las distintas prisiones que hay en nuestro paí­s, así­ como los propios funcionarios y responsables de estos centros, convencidos de que pueden ser lugares clave para la reeducación, la esperanza y la reinserción social de muchos internos, especialmente de quienes, por su discapacidad, se pueden hallar con más dificultades en este ámbito para avanzar hacia una vida plena y normalizada una vez que cumplen su condena.

 Muchos de los esfuerzos de quienes supervisan el cumplimiento de las penas, así­ como la concesión de beneficios penitenciarios, se focalizan en transmitir a los reclusos la importancia de ser tenaz y perseverante para comenzar una nueva vida en la que tejer lazos sociales fructí­feros con el fin de reinsertarse en la sociedad con garantí­as, para “engancharse”, en última instancia, a ese tren social del que fueron expulsados en su dí­a por lo que muchos denominan “un fallo”, el de sus vidas en la mayorí­a de los casos.

En uno de estos centros penitenciarios, el denominado Madrid-1 del complejo de Alcalá-Meco, de carácter exclusivamente femenino, cumplen condena en la actualidad un total de 505 mujeres. Alrededor del 65% son de nacionalidades extranjeras y están entre rejas por delitos contra la salud pública de tráfico de estupefacientes. Ello, según indican sus responsables, “condiciona, y mucho, la vida del centro”. Reiteran que en los centros femeninos “la violencia fí­sica es menos habitual que en los masculinos”. Además, también inciden en que, al tratarse en su mayorí­a de mujeres condenadas por un incidente puntual relacionado con la droga, “no están metidas en el mundo de la delincuencia en la misma medida que otros reclusos de otros centros lo están”. Asimismo, quienes supervisan sus condenas también recuerdan que, en muchos casos, estas mujeres son las que articulan la vida de sus núcleos familiares y que, por ello, existen ví­nculos muy importantes con el exterior, como los lazos que les unen con sus hijos, que hacen necesaria una evaluación pormenorizada de la situación social del entorno que rodea a la mujer, una vez que ingresa para cumplir una condena siendo ya madre.

LOS MÓDULOS DE “RESPETO”
Muchas de ellas, oriundas de paí­ses de Latinoamérica, fundamentalmente Colombia, Venezuela y Bolivia, optan por trabajar en talleres del centro ”“de corte y confección, de peluquerí­a y estética, de hostelerí­a (panaderí­a y cocina)-, en los que, en algunos casos, dado que no en todos los talleres se desarrolla un trabajo remunerado, obtienen un salario que les permite hacer una vida más normal, a la vez que pueden optar por cursar estudios reglados o formarse en inglés. Las reclusas de este centro, al igual que los que cumplen condenas en otras prisiones, tienen derecho a realizar diez llamadas telefónicas a la semana, recibir visitas de familiares y allegados (de amigos, aunque con requisitos estrictos) y de sus parejas, o a disponer de una cuenta denominada de peculio, para disponer de su dinero siempre con el control de la Administración penitenciaria. En Madrid-1, como en otras prisiones, existen módulos ordinarios, y de “respeto”. En estos últimos, las reclusas aceptan unas condiciones de mayor responsabilidad y participan en mayor medida en la vida del centro, asumiendo tareas y velando por el adecuado cumplimiento de las normas, siendo una parte activa en su cumplimiento y no una parte meramente pasiva o espectadora. En prisión, gran parte de las medidas están destinadas a promover la autosuperación y la mejora de la autoestima, con el fin de avanzar hacia su rehabilitación y reinserción de cara al reconocimiento de grados de condena que les den mayor autonomí­a (como el tercer grado).

EL CIS DE ALCALí-MECO TIENE HABITACIONES “PMR”
Precisamente, en la parte final del cumplimiento de las condenas, en tercer grado o libertad condicional, se hallan muchos de los casi 200 internos que cumplen pena en el Centro de Inserción Social (CIS) “Melchor Rodrí­guez Garcí­a” de Alcalá Meco, un centro de régimen abierto y con instalaciones modernas inaugurado en 2009 que cuenta con habitaciones especí­ficas para personas con movilidad reducida. Este centro supervisa el cumplimiento de las condenas en su recta final, promueve la inserción laboral y social de los reclusos, que disponen de numerosos permisos para salir al exterior, teniendo en cuenta que muchos trabajan ya fuera, y se ocupa también de supervisar las penas de trabajos en beneficio de la comunidad. Entre otras instalaciones, cuenta con un aula digital en la que FAMMA-Cocemfe Madrid ha impartido, en colaboración con la Fundación Vodafone, clases de alfabetización digital a los reclusos.

Gracias a esta iniciativa, que se enmarca en el denominado Programa de Reinserción Penitenciaria para Personas con Discapacidad (PREDIS) y que se desarrolló también en el centro penitenciario de Aranjuez, un grupo de internos adquirió las destrezas precisas para poder acercarse al mundo de la informática y atisbar todas las posibilidades que ofrece. Para muchos de ellos, significó una segunda oportunidad para comenzar otra vida y la posibilidad de optar con garantí­as a un puesto de trabajo con el que lograr la autonomí­a personal y económica que anhelan. Así­ lo asegura Pedro S., de 50 años, uno de los reclusos con discapacidad que asistió con regularidad a las clases que se impartieron en el aula de Alcalá-Meco. “Siento que esta experiencia fue una nueva posibilidad de encaminar mi vida tras haber cometido un error. Perdí­ mi trabajo y todo lo que tení­a, y este programa me brindó la posibilidad de empezar de cero”, sostiene. Para este interno, proyectos como el que desarrolló allí­ FAMMA son los que hacen que el centro “no sea una prisión, sino una escuela”.

También para Concepción E., de 57 años, esta iniciativa formativa impartida en el CIS contribuyó a sentar las bases de una nueva vida. Padece una enfermedad degenerativa que limitó su movilidad, aunque no sus ganas y su empeño por superarse. “Este programa de FAMMA me abrió muchas puertas. No sabí­a utilizar un ordenador y ahora puedo buscar trabajo. Es lo mejor que me han podido ofrecer”, reitera. Concepción E., que se encuentra ya en libertad condicional, se halla inmersa en la búsqueda activa de empleo y asegura que el proyecto es capaz de lograr que quienes participan en el mismo “sepan afrontar juntos momentos de dolor y de tensión y que aflore el compañerismo, porque todos sienten la misma necesidad apremiante de retomar su vida de forma exitosa”.

Para otros usuarios del programa, como José A., con un 69% de discapacidad, el proyecto de alfabetización digital le ha demostrado que “nunca es tarde para aprender, ni para luchar por la vida que quieres tener en un futuro”. Eso sí­, la motivación, indica, es fundamental. “Aquí­ te dan la bicicleta, luego cada uno decide cómo utilizarla”, explica. Precisamente, Concepción E. repara en que “aquí­ se aprende muchí­simo, aunque los ejercicios no salgan bien al principio, con esfuerzo y dedicación es posible usar un ordenador, aunque nunca lo hayas hecho antes”.

Entre las posibilidades y destrezas que fomenta este programa, según Carmen López, trabajadora social y encargada de la supervisión del proyecto, se encuentran la “adquisición de habilidades sociales, la mejora de las competencias para optar a un puesto de trabajo o la incorporación de hábitos y rutinas de actividad para lograr cohesionar a los internos del centro y establecer entre ellos relaciones personales fructí­feras”.

UNA PUERTA ABIERTA “HACIA LA ESPERANZA”
Tanto el director del CIS de Alcalá Meco, Francisco Rodrí­guez, como la subdirectora de Tratamiento Penitenciario, Laura Lezcano, reiteran la importancia que tienen este tipo de programas para lograr la “reinserción social y laboral” de quienes se encuentran a punto de cumplir su condena en un CIS como el “Melchor Rodrí­guez Garcí­a”, especialmente en el caso de las personas con discapacidad. Gracias a programas como el que desarrolló FAMMA en el centro, reiteran ambos, el ámbito penitenciario “hace tiempo” que dejó de ser un lugar de reclusión y aislamiento en el que cumplir una pena para convertirse en una puerta abierta hacia la esperanza y hacia otro futuro lleno de oportunidades.