Con la maleta llena de prótesis
Guillermo es un ingeniero español de 23 años que con una impresora 3D y su brillantez ha mejorado la vida de los campesinos de un poblado de Kenia.
«Me compré la impresora por Navidad, por poco más de 150 euros y la monté yo mismo por piezas. Se me ocurrió que podía dejar de hacer figuritas de Pokémon y ayudar a gente que de verdad lo necesita». Se enteró por un amigo de que había organizaciones que buscaban gente y decidió emprender el viaje.
Robert, un campesino keniano, se puso en manos de Guillermo con el brazo mutilado casi por completo. La operación apenas le había dejado un trozo de húmero de unos 10 centímetros. «No había nada de lo que agarrar la prótesis, me sentía tremendamente impotente, pero eso no ayudaba a nadie, así que me puse a improvisar». Después de varios días de darle vueltas a la cabeza, a Guille se le ocurrió que podía tratarse de un problema de fuerza, así que Robert comenzó la rehabilitación. No habían pasado ni dos semanas y la atrofia muscular comenzó a desvanecerse. Así, Robert recuperó su brazo.
«Mucha gente me pregunta ¿y por qué no lo haces en España? Y esas preguntas me hartan, la verdad. Las oportunidades sanitarias a las que uno accede por el mero hecho de haber nacido en el primer mundo no se pueden comparar con las de ellos, que han nacido y se han criado en la pobreza. Además, también estoy trabajando en prótesis para gente de aquí mismo. No son procesos excluyentes, solo hace falta financiación», cuenta hastiado el joven.
A través de su página en Facebook, «Ayúdame3D», este ingeniero madrileño sigue buscando financiación. Con un coste aproximado de 25 euros y una estructura que mezcla plástico (PLA), gomas para aparato dental e hilo de pescar, este ingeniero madrileño ha conseguido llenar de felicidad los rostros de los locales gracias a sus prótesis. Guillermo descubrió que solo tres días de trabajo por prótesis podían cambiar una vida entera: «Una mujer les contó a los cooperantes que ahora todo iba a cambiar. Ahora podría coger las herramientas del campo y trabajar, porque sin trabajo no eres nadie. Lo único que ella quería era trabajar. Tener una vida digna».