La llegada de biosimilares en…

Nadie sabe lo que son, pero su llegada al campo de la oncologí­a médica ya suscita cierta animadversión entre pacientes y médicos. Los biosimilares no son nuevos, ya hay hasta 19 aprobados por la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés), sólo dos indicados en patologí­as no relacionadas con el control de alteraciones sanguí­neas y que ya son objeto de polémica en reumatologí­a y digestivo.

Luis de la Cruz, miembro del grupo de trabajo de Biosimilares de la Sociedad Española de Oncologí­a Médica (SEOM) y oncólogo médico del Complejo Hospital Regional Virgen Macarena de Sevilla, puntualizó que «no son desconocidos, porque ya se emplean en otras patologí­as. Lo que pasa es que ahora se plantean cambios importantes, porque los antineoplásicos tienen un mayor calado que sus predecesores». La realidad es que los nuevos biosimilares se enfrentan a moléculas que han cosechado gran éxito en oncologí­a, dado que han sorteado la mortalidad de las pacientes y han añadido meses, e incluso años de vida. Por ello, ante la llegada de biosimilares que pueden sustituirlos, pese al ahorro, no crea expectativas positivas en los pacientes. Óscar Prieto, presidente de la Asociación de Afectados por Tumores Cerebrales en España (Asate) y vicepresidente de (Gepac), manifestó que «lo único que demandamos los pacientes es el mejor tratamiento posible, no miramos el precio. Parece que estas moléculas no son exactamente iguales, pero ¿tienen el mismo efecto? ¿Hay una evidencia cientí­fica demostrada?». En este sentido, las manifestaciones de Prieto sembraban la duda sobre sus garantí­as. Porque si, como apuntan los expertos, su gran baza es el ahorro de costes, la argumentación, como apuntó Julio Sánchez Fierro, vicepresidente del Consejo Asesor de Sanidad y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Derecho Sanitario, «no sé si es suficiente. Cuando una cosa es barata puede resultar cara si el tratamiento que se aplica no es bueno». Dentro de la misma lí­nea, De la Cruz comentó que «dado que uno de los principales objetivos de la introducción de los biosimilares es el abaratamiento de costes, no hay que perder de vista otras soluciones probablemente de mayor calado para hacer sostenible en el tiempo nuestro sistema sanitario, como son la implementación de herramientas que midan los resultados en salud de las innovaciones terapéuticas (actualmente muy deficitarias o inexistentes) y, a partir de las mismas, el establecimiento de grandes acuerdos de riesgo compartido entre Administración e Industria Farmacéutica, como ya se hace en otros paí­ses».