Kini Carrasco, un paratriatleta en vías de extinción
A Kini Carrasco (Cáceres, 1965) la vida le arrancó una madre y un brazo. De la promesa del baloncesto, truncada repentinamente por un accidente de tráfico en 1985, el paratriatleta, al que muy pocos pueden seguir, ha participado en tres Juegos Paralímpicos (Barcelona, Seúl y Sidney), logrando muchos podios, y un mundial de paraduatlón (2014).
Atrapado en una burbuja de reconocimientos a una carrera que aún mantiene con vigor, y con el coraje que le caracteriza, reconoce haber perdido la cuenta de las medallas ganadas y de la cantidad de amigos que le ha devuelto la vida, a cambio del enorme sacrificio de cada día. De toda una vida de la que se lamenta, con una enorme sonrisa, de no poder aplaudir. “Solo me acuerdo de que me falta el brazo cuando voy a aplaudir”. Pero no los únicos, “la capacidad de superarte cada día, de salvar, con tu discapacidad, los obstáculos de la vida cotidiana es donde empieza el reto” asegura. “Tardé tres años en aprender a atarme la zapatilla con una sola mano, hasta entonces tuve que tener mucha paciencia y atrevimiento para pedir que alguien me anudara y tensara bien los cordones y los clavos”. Unas zapatillas de velocista donde siempre llevó a la Virgen de la Montaña, patrona de Cáceres. Si el primer paso hacia el triunfo es aprender a sufrir, a llorar, con las pequeñas cosas, como ponerse un reloj o anudarse una corbata sin ayuda, “otro, no menos, importante es la comprensividad”.